Desde el corazón

Esto está escrito sin ninguna elaboración sólo desde el corazón y a borbotones.

Al principio no lo sabíamos, pero las dictaduras latinoamericanas jugaron un papel fundamental en los inicios de la transición del capitalismo, desde su fase industrial a su etapa financiera. Debía operarse una transferencia invertida de ingresos desde los países subdesarrollados para financiar esa transición. 

Para eso no sólo había que desmantelar los sistemas productivos nacionales y soberanos de la región, sino al mismo tiempo desarticular a los movimientos sociales que fueran capaces de oponer resistencia a ese ajuste estructural.

La prensa, la justicia, la política, los sindicatos, los estudiantes y el arte tomados por las fuerzas represivas. Cuando se presentaban hábeas corpus para averiguar el paradero de las personas desaparecidas, no sólo no se obtenía respuesta, sino que desaparecía también el abogado o la abogada que los presentaba. Cundía un miedo inenarrable.

Se trataba de una dictadura que violó, que torturó, que secuestró bebés, que arrojó personas vivas al mar. ¿Quién podía no tener miedo?

¿Quién podía no tener miedo? Una madre, que es quien no le teme a nada guiada por el amor hacia sus hijxs. 

Las Madres, tal vez sin siquiera habérselo propuesto al principio, politizaron el tema. Porque hicieron visible que no se trataba de hechos aislados, sino de un plan sistemático de exterminio de todo un colectivo político, sindical, social y cultural.

Esto fue construyendo esa costosa incidencia que tiene la Argentina en la doctrina de crímenes de lesa humanidad en el derecho internacional. Y fue posible porque en nuestro país la lucha por los derechos humanos no es el resultado de una elaboración académica o intelectual, sino una construcción hecha desde las propias entrañas del Pueblo.

Los derechos humanos están intrínsecamente arraigados en el seno de nuestro Pueblo desde que las Madres iniciaron y prosiguieron esa lucha. ¿Quién más Pueblo que las Madres?

El grito de una de ellas fue el más fuerte, y eso la convirtió en la Madre de tantxs de nosotrxs.

Y siguió gritando. 

Y, además de su acción inquebrantable, fue creativa e imaginativa hasta el último minuto de su vida. Porque no canalizó su tragedia a través de la tristeza, sino siempre a través de la lucha y la creación. 

Siempre dijo que la manera de honrar a sus hijos desaparecidos era continuar y extender su lucha, y eso fue un ejemplo para todxs nosotrxs.

Uno se apena porque no puede seguir marchando y conversando con ella como lo hacía. Pero su legado es imperecedero, aunque nos hayamos alejado físicamente por un tiempo

Nuestro país no sería el mismo si no hubiera contado con la lucha de Hebe de Bonafini.

Por eso, desde un país donde tanto se menciona a los ´padres fundadores´, grito con orgullo que en la Argentina tenemos a estas ´Madres fundadoras´ de una nueva era democrática, para que nunca más vuelva la muerte a ser un instrumento de la política.

Y Hebe es el símbolo de ello.

Carlos Raimundi
Embajador argentino ante la OEA