AGUANTAR: UNA CULTURA ARGENTINA QUE ESTÁ LEJOS DE SINCERARSE

Por Adrián Moreno*

Habrá que sincerarse y esperar; aguantar, no será sorpresa ni algo nuevo para los argentinos. Esperar que algo suceda; que alguien nos diga la verdad; que nos sinceremos entre nosotros.

Al menos seis meses… otros dicen un año. Naturalmente, hablando del nuevo Gobierno nacional. Hoy con licencia social, una licencia que aguantará, quizás, hasta que no aguatemos más el hambre. Porque del hambre se habla y muy sueltamente. Desde los datos oficiales hasta la dirigencia de todos los sectores, pero ni quienes dan los datos ni la dirigencia, han pasado o pasan hambre de verdad. Cuando el hambre duela, allí se acabará todo. Y está claro que no será hambre de un día, ni de seis meses o un año. Será la acumulación de muchos años de incertidumbre destructiva, que nos llevaron hacia sentimientos indignos y sin darnos cuenta.

Hemos aguantado años de inmoralidad y hambre encubierto, pero, a veces hemos preferimos la inmoralidad al hambre y quizás, por eso, todo nos cuesta todo el doble. Habrá que ver, entonces: primero cuánto podemos aguantar y si el Gobierno hace todo lo que dice y no se les cuela nada. Porque el sentimiento de cambio lo acompaña, pero el padecimiento por ese sentimiento, no lo sentimos todos del mismo modo.

Hasta el momento están haciendo política, dicen los que hacen política. Y dicen que lo hacen bien. Tiran, tiran y recogen. Piden diez y se llevan siete. El objetivo era seis. «Eso es bueno», aseguran. «Y nos pone en un estadio en el que nunca habíamos estado». Lo esencial sería que nos puedan asistir con comida para el estomago y para la cabeza, porque esto se puede superar solamente con conocimiento y pensamiento critico, para que podamos elegir con independencia y libertad.

Porque, alguna careta tenemos que sacarnos, porque está muy bien que reclamemos por presupuesto para el CONICET, pero mejor estaría que los pibes terminen el secundario. Y cada vez terminan menos. Es un tema largo, tanto como el que se generó desde la recuperación de la democracia, pero tampoco tenemos que engañarnos con eso.

No podemos hacer un recorte, porque antes del 83 hubo mucho. Michas heridas que no sanaron; muchos déficit que no se cubrieron; muchos desencuentros morales. Y la política y todos sus derivados, por ejemplo la economía, si tienen como base a la inmoralidad, terminan en fracaso, lo dicen los que saben y los que no.

Porque: «Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos», dijo Winston Churchill y frenó la invasión Alemana con barcos de pescadores, ciudadanos ingleses, con hambre pero con dignidad. La gran potencia británica se arremangó y la peleó.

La pregunta es cuándo nos arremangaremos y cuánto estamos dispuestos a quedarnos en nuestro partido aunque perdamos. Porque encima de esta incapacidad, nos hemos convertido en fanáticos, vemos a la política como a River y Boca y quizás sea el mayor error que podemos cometer, incluso, el que cometen los que dicen que saben.

El punto es que lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo y nadie nos dice cómo revertirlo y: «Un fanático es alguien que no puede cambiar sus opiniones y que no quiere cambiar de tema», también dijo Churchill.

Si en Argentina alguien nos propusiera cambiar de tema para que miremos desde otro lugar lo que nos pasa, quizás podríamos darnos cuenta que nuestro déficit es moral, más que económico. El mejor ejemplo es lo que sucedió el jueves pasado en diputados: mientras se discutían cuestiones económicas de la Ley Ómnibus, el secretario de Niñez de la Nación, Pablo De la Torre, dijo que esa misma noche, seis millones de niños se irían a dormir con hambre. Lo grave fue que todo siguió como si nada hubiera pasado. Salen: el colectivo de la cultura; los muchachos de la Izquierda; el Kirchnerismo desmemoriado y también el Macrismo desmemoriado.

«Es extremadamente serio que le cobren multa a los partidos que hicieron piquetes…«, dijeron. Pero allí hay otra cuestión moral, no nos mientan o no nos mintamos. No sabemos si todos, pero no son movimientos sociales son partidos. El Polo Obrero es un partido político, tiene sus responsabilidades democráticas. Y debe legitimarse en las urnas, no en otro lugar. Pero con todo, con el reclamo por las multas por las manifestaciones; los anuncios del paro del 24, los datos de la inflación; los supuestos derechos que perderemos y los supuestos que vamos a ganar, los seis millones de niños con hambre se durmieron el jueves; el viernes; el sábado; el domingo; lo harán hoy y mañana.

Lo moral está en ello, pero fundamentalmente está en que eso es algo que sabemos desde hace muchos años y nos hemos hecho nada. Y, en un país donde la cuota de la medicina prepaga es igual a lo que gana una persona jubilada, es muy difícil alcanzar un horizonte. Casi, podríamos decir que Argentina es la muestra fiel -muestra gratis- de la decadencia de la humanidad. Todo lo que se dice; todo lo que pronostican, lo venimos haciendo desde hace años.

El mejor ejemplo es la Patagonia, y cambio de tema así, de un plumazo. Por temas, hay y de sobra. Pero sucede también en otros lugares. Probablemente, seamos el país con mayor territorio deshabitado del mundo, pero deshabitado e inutilizado. Porque hay países con territorios deshabitados pero son productivos. Nosotros, tenemos todo ese enorme territorio improductivo y deshabitado y la mitad de la población sin vivienda propia.

Y varios de los afortunados que tienen vivienda, tienen más de una. Algunos dos; otros tres; unos, cientos. Allí está lo inmoral y no porque alguien tenga tres o cuatro o más casas mientras otros no tienen ninguna. Lo inmoral está en que la política discute circunstancias; coyuntura o estupideces. Mientras los problemas de fondo no se resuelven.

El otro día, me dijo una señora que está por cumplir setenta años, que todavía recuerda la ilusión que tuvo una vez que escuchó en la radio, que el gobierno haría un plan de viviendas para toda la gente sin casa. «Tenía ocho años«, me dijo. «Fui tonta y siempre esperé, incluso, después de que fallecieron mis padres. Digamos que en ese momento, me di cuenta de que nunca me tocaría…«.

Nada, querés que te cuente… Hay cientos de historias, miles; millones. Pero, desde luego, considerando los datos de que los niños de primaria abandonan en cuarto grado o los de la secundaria, terminan tres o cuatro de diez, evidentemente nunca vamos a salir.

Y, mientras desde los gremios de educación se siga diciendo tanto, incluso algunas cosas muy válidas, pero no se diga nada de que tenemos escuelas donde los niños van a comer y no a estudiar, podemos decir que estamos condenados. Y todo lo demás, se parece a un espectáculo de la TV.

Para cerrar, dos temas que no son nada y significan todo. vivienda y educación. Vivienda, un conflicto social desbordante para el que nadie, hasta el momento, ha tomado el timón. Verborragia al palo y pocas, por no decir nada de soluciones. Educación, qué te puedo contar, vos lo sabés más que yo. Y agregamos hambre, que sumado a educación y vivienda, hacen el combo ideal para que desaparezcamos.

Saludos, y el mejor deseo para que el actual Gobierno pueda hacer que esos seis millones de niños en la noche de mañana, ya se puedan ir a dormir sin hambre. Y ojalá que todos los argentinos podamos movilizarnos por eso.

Periodista: autor de los libros Sin Justicia y Dañar informando. Trabajador de Radio Nacional.